Productividad laboral hacia la nueva normalidad.

Latino América enfrenta la denominada nueva normalidad con mucha incertidumbre y con la urgencia de implementar políticas eficientes que mitiguen el impacto de la crisis del Covid-19. Es tiempo de cambiar, de salir de la zona de confort y movernos. Analicemos la situación para tomar acciones que fortalezcan a las empresas y a los colaboradores que generen una mejor sociedad.

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La pandemia pasará y habrá una nueva normalidad, es claro que, de regreso a los entornos de trabajo, encontraremos un sitio distinto al que dejamos hace unas semanas o meses. El momento preciso del regreso y las condiciones en las que ocurrirá, son hasta este momento, inciertos. La única certeza es que nuestros ambientes de trabajo estarán cargados de una buena dosis de estrés y ansiedad.

El rompimiento de los hábitos del pasado es el que provoca ansiedad. El estrés organizacional acumulado como producto de la prolongada falta de ingresos, estará presente en la agenda de trabajo diario. La ausencia de los compañeros que se quedaron en el camino, por despido o padecimientos, y no volvieron más, se sentirá y respirará en el ambiente. Muchos van a esconder o guardar emociones y sentimientos para que no interfieran con el trabajo y sacar nuevamente a flote el barco. Sin embrago, tal situación de estrés y ansiedad repercutirá, queramos o no, en la productividad laboral.

La Productividad Laboral (PL) es un indicador que muestra la eficiencia con la cual los recursos humanos producen bienes o servicios. El crecimiento de la productividad se ha desacelerado de forma notable y generalizada en la mayoría de economías desde hace unos años y más ahora con la pandemia. Según datos del Conference Board, la PL mundial pasó de crecer un 2.6% anual en el periodo 1996-2007 a un 1.8% en el periodo 2013-2016. En México el INEGI mide el Índice Global de Productividad Laboral de la Economía (IGPL) que resulta de dividir el Producto Interno Bruto (PIB) entre las horas trabajadas.

IGLP = PIB / horas trabajadas

El IGPL en el primer cuarto del 2020 hiló siete caídas a tasa anual. Entre 1991 y 2018 la Productividad total a tasa crecimiento anual promedio fue de -0.32, tendencia que habría de preocuparnos detener para luego revertir.

En la situación actual apremiante, una vez que se reduzcan las restricciones por la pandemia, la reapertura de nuestros negocios debe ser ordenada, gradual y cauta con la finalidad de continuar en el cuidado de la salud de las personas, y al mismo tiempo reactivar la economía mexicana para una pronta recuperación económica. Debemos estar conscientes que vamos hacia una nueva normalidad y que tendremos que cambiar o transformar hábitos y mejorar prácticas para mantener o incrementar nuestra productividad laboral. Demos por seguro que en la reapertura, sea cual sea nuestro giro de negocio, nos enfrentaremos a grandes retos tales como:

  • Incremento en costos
  • Cambio de métodos y procedimientos.
  • Cambio de cultura organizacional.

La obesidad ante el Coronavirus.

Desde el inicio de la pandemia actual por el Coronavirus o Covid-19 supimos que los factores riesgo que primero se identificaron fueron los de diabetes e hipertensión y como éstas están directamente asociados al sobrepeso y la obesidad encendieron las alarmas en nuestro país por el gran número de mexicanos en esa situación. Para la sociedad actual y la salud pública se considera como una epidemia a la hora de planificar su atención, pues la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) nos dice que la población obesa se ha triplicado en todo el mundo desde 1975 y para el 2016 hasta el 39% de las personas adultas tenían sobrepeso —Índice de Masa Corporal (IMC) igual o superior a 25— y el 13% eran obesas —IMC igual o superior a 30—. De hecho, excepto en África y Asia, en el mundo mueren más personas por obesidad que por desnutrición.

Este aumento exponencial del sobrepeso y la obesidad es debido al incesante consumo de alimentos y bebidas de alto contenido calórico, conocidos como alimentos chatarra que son ricos en azúcares, carbohidratos y grasas; así como también por un continuado descenso en la actividad física como consecuencia de la sedentarización, el uso excesivo de elevadores, escaleras eléctricas y el automóvil particular. Los países que presentan los porcentajes más altos de población con sobrepeso u obesidad se encuentran en América, con Chile, México y Estados Unidos a la cabeza, los tres superando el 70%, según datos del 2017 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE); por el contrario, los países mejor posicionados son los asiáticos, más concretamente Corea del Sur y Japón. Los datos también permiten apreciar que, a excepción de Estados Unidos e Israel, es en Europa donde la proporción de gente que reconoce tener sobrepeso es más próxima a la cifra real. Lo anterior podemos verlo en la gráfica construida por el portal elordenmundial.com con los datos de la OCDE, así como tenemos que los datos de la percepción de la propia gente sobre su condición de sobrepeso u obesidad en México lamentablemente no están disponibles, hace falta crear conciencia.

Al inicio mencionamos a la diabetes y la hipertensión como padecimientos directamente asociados al sobrepeso y la obesidad pero no son los únicos, pues tener un IMC elevado resulta ser un importante factor de riesgo para desarrollar además enfermedades cardiovasculares (cardiopatías y accidentes cerebrovasculares, principalmente), trastornos del aparato locomotor y algunos cánceres como el de Colon. Por si fuera poco, la obesidad infantil también va en aumento y está relacionada con los problemas anteriores que provocan muerte prematura o discapacidad en la edad adulta. Debemos anotar que mientras mayor sea el IMC es mayor la probabilidad de padecer alguna de estas enfermedades y cualquiera de ellas, de por sí, mina las respuestas inmunológicas de nuestro cuerpo por lo cual nos pone en franca desventaja ante los virus como el Covid-19 que ahora padecemos en el mundo.

Por ello, es impostergable que modifiquemos nuestros hábitos alimenticios, tendiendo al consumo consciente y más sano, así como procurar hacer más actividad o ejercicio físico y visitar regularmente a los servicios médicos para asegurarnos de contar con nuestra armadura lista, el sistema inmunológico, para cualquier ataque de virus, bacterias u hongos.

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