Formación profesional y competencias.

El mundo ha experimentado un cambio radical y acelerado en los últimos 30 años debido fundamentalmente a los avances tecnológicos que disponemos en la actualidad. El entorno laboral ha tenido que irse adecuando a estos cambios, así como las personas que buscan una oportunidad laboral también tienen diferentes expectativas comparadas con las generaciones anteriores.

De tal manera, la formación profesional que se requiere ahora es sumamente más competitiva que en épocas anteriores. De hecho antes ese concepto se refería casi exclusivamente a lo aprendido en la etapa formativa de la educación formal, esto es, el título de bachiller o universitario proveía esa formación profesional y estaba uno listo para lanzarse a buscar empleo. En los tiempos que corren, según la Unión Europea, se requieren dominar 8 habilidades o competencias básicas para poder ser elegible en el mercado laboral:

  1. Comunicación en la lengua materna
  2. Comunicación en lenguas extranjeras
  3. Competencia matemática y básica de ciencia y tecnología
  4. Competencia digital
  5. Aprender a aprender (o sea, no aferrarse a paradigmas pasados)
  6. Competencias interpersonales, interculturales, sociales y cívicas
  7. Espíritu emprendedor
  8. Expresión cultural

Como podemos ver, son un conjunto de conocimientos, capacidades, actitudes, valores y emociones, incluso, que no pueden separarse pues se complementan para lograr el fin de ser capaces, altamente o medianamente, de navegar entre los requerimientos laborales del complejo entorno actual.  No basta con la especialización únicamente, aunque las titulaciones de maestrías o doctorados nos acercan a cumplirlas, las competencias complementarias deben cultivarse como algo necesario y natural. Debemos fomentar el autoaprendizaje, al capacidad autocrítica, la búsqueda de la información, la organización del tiempo, la responsabilidad, tolerancia, respeto, iniciativa, liderazgo, trabajo en equipo y orientarse a las resolución de los problemas y búsqueda de soluciones y alternativas en situaciones cambiantes.

No siempre se contará o se utilizará todo a la vez pero la idea es desarrollar continuamente esas competencias para llegado el momento oportuno salvar la situación aportando a la organización esa experiencia adquirida. Además, hay que tomarlo como un compromiso, primero con uno mismo, de capacitación o superación constante porque ahora los paradigmas no suelen ser duraderos, lo que ahora resulta no tiene por qué servir de la misma forma en un año, esto nos obliga a analizar y verificar tales competencias y contrastar con las necesidades de las empresas.

Productividad laboral hacia la nueva normalidad.

Latino América enfrenta la denominada nueva normalidad con mucha incertidumbre y con la urgencia de implementar políticas eficientes que mitiguen el impacto de la crisis del Covid-19. Es tiempo de cambiar, de salir de la zona de confort y movernos. Analicemos la situación para tomar acciones que fortalezcan a las empresas y a los colaboradores que generen una mejor sociedad.

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La pandemia pasará y habrá una nueva normalidad, es claro que, de regreso a los entornos de trabajo, encontraremos un sitio distinto al que dejamos hace unas semanas o meses. El momento preciso del regreso y las condiciones en las que ocurrirá, son hasta este momento, inciertos. La única certeza es que nuestros ambientes de trabajo estarán cargados de una buena dosis de estrés y ansiedad.

El rompimiento de los hábitos del pasado es el que provoca ansiedad. El estrés organizacional acumulado como producto de la prolongada falta de ingresos, estará presente en la agenda de trabajo diario. La ausencia de los compañeros que se quedaron en el camino, por despido o padecimientos, y no volvieron más, se sentirá y respirará en el ambiente. Muchos van a esconder o guardar emociones y sentimientos para que no interfieran con el trabajo y sacar nuevamente a flote el barco. Sin embrago, tal situación de estrés y ansiedad repercutirá, queramos o no, en la productividad laboral.

La Productividad Laboral (PL) es un indicador que muestra la eficiencia con la cual los recursos humanos producen bienes o servicios. El crecimiento de la productividad se ha desacelerado de forma notable y generalizada en la mayoría de economías desde hace unos años y más ahora con la pandemia. Según datos del Conference Board, la PL mundial pasó de crecer un 2.6% anual en el periodo 1996-2007 a un 1.8% en el periodo 2013-2016. En México el INEGI mide el Índice Global de Productividad Laboral de la Economía (IGPL) que resulta de dividir el Producto Interno Bruto (PIB) entre las horas trabajadas.

IGLP = PIB / horas trabajadas

El IGPL en el primer cuarto del 2020 hiló siete caídas a tasa anual. Entre 1991 y 2018 la Productividad total a tasa crecimiento anual promedio fue de -0.32, tendencia que habría de preocuparnos detener para luego revertir.

En la situación actual apremiante, una vez que se reduzcan las restricciones por la pandemia, la reapertura de nuestros negocios debe ser ordenada, gradual y cauta con la finalidad de continuar en el cuidado de la salud de las personas, y al mismo tiempo reactivar la economía mexicana para una pronta recuperación económica. Debemos estar conscientes que vamos hacia una nueva normalidad y que tendremos que cambiar o transformar hábitos y mejorar prácticas para mantener o incrementar nuestra productividad laboral. Demos por seguro que en la reapertura, sea cual sea nuestro giro de negocio, nos enfrentaremos a grandes retos tales como:

  • Incremento en costos
  • Cambio de métodos y procedimientos.
  • Cambio de cultura organizacional.